La misión...


"Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides ni te apartes de las razones de mi boca ; no la dejes, y ella te guardará; ámala, y te conservará.
Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.
Engrandécela, y ella te engrandecerá; ella te honrará, cuando tú la hayas abra
zado."

- Salomón, Proverbios 4:5-9 -

martes, 10 de mayo de 2011

Pacto-reformación

Confrontar, comprometer, dirigir
A través de la historia del pueblo de Israel, nos encontramos con un fenómeno con el cual Dios batalló mucho: la reincidencia.  Por cada vez que pasaba algo con el pueblo, había un trato previo de Dios hacia ellos, Él les hablaba de muchas formas con el afán de hacerles ver su error y que lo corrigieran, pero no siempre escuchaban y caían a consecuencia de sus actos: eran hechos esclavos, eran oprimidos, eran humillados, entraban en guerra y la perdían... pero después se arrepentían, pedían perdón y se comprometían con Dios a no desobedecerlo de nuevo y a no volver a hacer cosas que no convenían, luego Él volvía a ellos su rostro para levantarlos y redimirlos con grandes señales y maravillas; pero pasado un tiempo, la gente olvidaba lo que Dios había hecho y a lo que se habían comprometido y volvían a caer de nuevo. Este fenómeno se repite una y otra vez a lo largo del Antiguo Testamento por boca de todos los profetas.
¿Por qué nos cuesta tanto trabajo comprometernos? ¿Por qué no somos constantes?
Dios es un Dios de palabra. Él acostumbra hacer pactos con sus hijos porque confía en que podemos ser responsables e íntegros, no nos forza a nada. Génesis 9:11-13; Génesis 15:17-20; Génesis 17:7,8, 10, 11
¿Qué es un pacto? Es un convenio, llegar a un acuerdo, asentar ciertas condiciones para cumplir con un trato. Un pacto se respeta (Gálatas 3:15). Para que un pacto se realice, se necesitan dos partes, y cada parte tiene acuerdos que debe cumplir: implica beneficios y responsabilidades.
Cuando pactamos con Dios:
a)      Participa en nuestros planes / Le hacemos partícipe de lo que queremos hacer.
b)      Quiere hacernos responsables / Nos hacemos responsables.
c)      Sabe que tenemos la capacidad de cumplir / Nos comprometemos.

·        EL PUEBLO ES CONFRONTADO. Dios quiere que aprendamos a ser honestos y responsables, no sólo por cumplir una promesa, sino por amor a Él. Se trata de hacer un pacto no sólo de palabra ni de letra, sino del Espíritu, auténtico (2Corintios 3:4-6) Dios siempre cumple su parte del trato, así es que si el pacto se rompe, no es cuestión de Él, sino de nosotros. Un pacto violado, traerá sus consecuencias. Jeremías 11:9-11 Cuando se dan cuenta de que habían invalidado este pacto, Dios los confronta y les hace entender que debían retomar todo lo que habían olvidado.
Dios sólo demanda de nosotros integridad y constancia, es decir, que seamos rectos.  Si estamos dispuestos a hacer nuestra parte, Él también. La Biblia hace mención honorífica sobre el recto, puesto que no todos gozan de esta virtud. Proverbios 2:21; Proverbios 16:17; Proverbios 21:29; Salmos 51:10; Salmos 112:1,2

·         EL PUEBLO SE COMPROMETE. En esta etapa, se restaura la comunión del pueblo con Dios y se les enseña integridad, no solo obediencia. Dios no busca que hagamos las cosas solamente por hacerlas, busca que podamos entender que debemos hacerlas. El pueblo invalidó el pacto y cortó toda la parte del pacto que Dios sí estaba cumpliendo. Una vez que el pueblo entiende el error de sus padres, que les fue heredado a ellos, reactivan el pacto con sus beneficios y obligaciones (Nehemías 10:1-31). Empiezan a retomar su parte del trato: reactivar significa accionar. Todo lo que Dios ha tratado con nosotros, debe verse reflejado en acciones, no sólo se queda en nuestra mente como parte de nuestro entendimiento, sino que baja a nuestro corazón a través de nuestros deseos de cambiar. Si sólo entendemos, pero no actuamos, de nada sirve.
La reconstrucción del muro se hizo a la par de la reconstrucción del pueblo. Mientras ellos se ocupaban en completar la obra que Dios puso en sus corazones, Dios se encargaba de una obra más importante: la reforma de sus vidas. A los 52 días de haber comenzado, y después de muchos esfuerzos, desánimo, luchas y empeño, el muro de Jerusalén finalmente es terminado (Nehemías 6:15,16). con la dedicación del muro, el pueblo estaba dando un mensaje significativo: dejaba en manos de Dios su protección, pues anteriormente ellos habían puesto su confianza en la obra de sus manos, en sus ciudades fortificadas y en sus grandes muros antes que en Dios (Jeremías 5:15-17); así, reactivan y empiezan a poner en práctica su dependencia de Dios. Nehemías 12:27-47
·         EL PUEBLO ES DIRIGIDO. Nehemías 13 Aquí Nehemías implanta reformas en el pueblo, así como todas las ordenanzas que Dios había dado a través de Moisés y que se habían dejado de practicar. Pero Nehemías tuvo que hacer un viaje para ver al rey Artajerjes, probablemente para informarle de todo lo que había pasado. Y cuando regresa, se da cuenta que en su ausencia la gente se descarrila, y que las cosas que había instituido ya no se estaban haciendo; pero inmediatamente toma cartas en el asunto con la pasión y la fuerza que le caracterizaban: reprende, regaña, restablece el pacto y pone en orden a la gente, incluso por la fuerza (Nehemías 13:23-25). Siempre movido por el celo que tenía por las cosas de Dios y por el bienestar de la gente.
Una vez que el orden ha sido restablecido, es necesario velar porque se mantenga, especialmente cuando se consiguió a tan alto precio y después de muchos sacrificios. Dios trata con nosotros y nos levanta y nos restablece, pero no debemos tener en poco todo lo que Él hizo por nosotros, debemos dejar que Él dirija nuestras vidas: tal vez deberemos experimentar la guianza de Dios a través de la guianza de los hombres (como Nehemías); todos conocemos personas así, aprendamos a escucharlas, puesto que hay  en su corazón una carga por nosotros, y nos desean lo mejor, igual que Dios.
“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis” -Jeremías 29:11­-