La misión...


"Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides ni te apartes de las razones de mi boca ; no la dejes, y ella te guardará; ámala, y te conservará.
Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.
Engrandécela, y ella te engrandecerá; ella te honrará, cuando tú la hayas abra
zado."

- Salomón, Proverbios 4:5-9 -

martes, 20 de septiembre de 2011

EL DIOS DE LA SINCERIDAD

Salmos 40:3
Resulta ser muy triste cuando miras en tu pasado y te encuentras con cosas que te gustaba hacer y ya no las haces, o con personas a las que solías frecuentar y ya no lo haces… recuerdas que eran cosas que te satisfacían y que disfrutabas aunque fueran simples, eran personas que te llenaban y que te hacían sentir bien… pero ya no es igual.
Es entonces cuando te preguntas: ¿Qué pasó? ¿Por qué lo dejé? ¿Por qué no retomarlo? ¿Cómo retomarlo?
Este fin de semana tuve la oportunidad de experimentar varias cosas que me pusieron a meditar acerca del tema. Una de ellas fue una reunión que tuve con mis amigos de la preparatoria: a algunos de ellos, no los veía desde que nos graduamos hace 10 años, a otros, he tenido oportunidad de verlos más seguido, aunque no tan seguido como quisiera. Fue muy grato volver a verlos y pasar un buen rato juntos, como solíamos hacerlo. Luego, las anécdotas no se hicieron esperar; recordar las aventuras, las travesuras, los sustos, las salidas, las caídas, las bromas, los abrazos, los descalabros, los logros y las ausencias… Pero al dejarlos, me di cuenta de que toda la conversación giró en torno a experiencias pasadas hace mucho tiempo, y que en realidad nuestro tema de conversación no pudo haber sido otro porque nos habíamos alejado bastante… ¿Qué pasó? ¿Por qué lo dejé? ¿Por qué no retomarlo? ¿Cómo retomarlo?
La falta de comunión deja de producir nuevas anécdotas y experiencias.
Otra de las cosas que experimenté este fin de semana fue una oración en particular, llena de sinceridad. La escuché de un joven de 17 años en mi congregación: fue una oración sencilla, sin palabras rebuscadas ni fingimientos, con mucha pasión y con plena certeza de fe, transparente y clara, que salió del corazón, una oración hecha a un Dios que está cerca de nosotros, que nos habita, que nos llena; no una oración hecha a un Dios que está alejado y ajeno a nosotros, inalcanzable e inaccesible. Acercándose a Dios “confiadamente” como lo dice Hebreos 4:16; con la confianza que produce la comunión.
Lo que me llevó a preguntarme: ¿por cuánto tiempo sonarán así sus oraciones? ¿Cuántas veces han sonado así mis oraciones? Y no porque me importe cómo la gente las oye, o qué dirán de mi forma de orar, lo que importa es cómo Dios oye estas oraciones, cómo siente estas actitudes. Porque actitudes como estas son las que hacen que Dios incline su oído y atienda. Y si a mí me hizo sonreír, con mucha más razón a Él…
A Dios le agrada la sinceridad… no sólo le agrada… le rete’ncanta… es algo que le motiva, que le mueve, es algo que Él busca.
Salmos 51:15-17 A Dios no le interesa que tan solemne o que tan largo ores, no le interesa que tan coordinado eres para danzar ni que tan afinado eres para cantar; porque ni la oración, ni la danza, ni el canto, son nada por sí mismos. Nada de lo que hagas para Dios importa si no tienes un espíritu y un corazón adecuados. Hebreos 13:15 Dios exige fruto de labios, es decir, que lo que manifiestes externamente sea un producto agradable de lo que sientes y produces por dentro: danza, oración o canción con un sentido diferente.
¿No te ha pasado que ya sabes una canción desde hace tiempo, y ya las has cantado muchas veces, pero de repente una ocasión la sientes diferente y la cantas con muchas ganas y con mucho sentimiento? Así como la primera vez… esto es a lo que se refiere Dios cuando nos exige cántico nuevo, una manifestación auténtica, sincera y fresca para Él (Isaías 42:10): que tu oración sea nueva como tu cántico es nuevo y que tu comunión con Él sea nueva como nuevas son sus misericordias. Lamentaciones 3:22,33
Pero lo que no es nuevo ni sincero, a Dios le aburre y le decepciona. Un pueblo que realmente no siente lo que hace (Isaías 29:13), un pueblo de labios para afuera, gente que externamente hace lo que debe hacer, pero internamente no pasa gran cosa. Una oración es sincera cuando se juntan los labios con el corazón, cuando lo externo está en sintonía con lo interno. Así es que ya sea que dances, brinques, grites o cantes, debes hacerlo sinceramente.
Frecuentar a Dios, te lleva a tener comunión con Él. Te lleva a desarrollar tal confianza y te lleva a tenar tantas cosas en común, que todo cobra sentido y entonces todo es fresco y nuevo y significativo… Cuando escuché orar a este joven de mi congregación, me acordé de un hombre en la Biblia cuya relación constante con Dios le hacía orar de una manera muy particular. Moisés tenía el privilegio de hablar con Dios con toda la sinceridad y toda la confianza del mundo, como si fuesen compañeros (Éxodo 33:11).
Y es que la sinceridad con Dios, es lo que caracterizó a muchos hombres en la Biblia. La sinceridad de la alabanza (comunión entre lo interno y lo externo) del joven David aplacaba el espíritu que atormentaba a Saúl. Después cuando David ya era rey, la sinceridad y la pasión de su danza movió a todo el puedo a danzar y alabar a Dios cuando estaban moviendo el arca de la casa de Obed-Edom hacia Jerusalén… pero a mí me gusta pensar que a lo mejor ni tocaba tan bien, a lo mejor ni danzaba tan bien… pero cuando alguien es auténtico, se siente la diferencia y hace sonreír a Dios.
Cuando tú descuidas tu comunión con Dios, dejas de producir nuevas anécdotas y experiencias.
Y cuando tu oración, tu cántico y tu danza deberían de ser nuevos y frescos, en realidad se hacen trillados, o tal vez simplemente Sus misericordias que son nuevas cada día dejan de asombrarte… cuando pierdes de vista la razón de tu oración tu cántico o tu alabanza, empieza a perder significado, y pierde sinceridad. Paulatinamente dejas de producir comunión con Dios, empieza a faltar la intimidad y de repente ya no hay tanta confianza para acercarte a Él… puedes incluso llegar a enfriarte del todo, puedes incluso llegar a decir: recuerdo aquel culto tan bendecido… recuerdo cuando sentí bien padre la alabanza… recuerdo cuando me metía a orar con Dios… recuerdo cómo disfrutaba leer la Biblia…
Resulta ser muy triste cuando miras tu relación con Dios y te encuentras con cosas que te gustaba hacer y ya no las haces, que solías frecuentarlo y ya no lo haces… recuerdas que eran cosas que te satisfacían y que disfrutabas aunque fueran simples, que Dios siempre te llenaba y que te hacía sentir bien… pero ya no es igual.
¿Qué pasó? ¿Por qué lo dejé? ¿Por qué no retomarlo? ¿Cómo retomarlo?
A Dios le agrada la sinceridad… no sólo le agrada… le rete’ncanta… es algo que le motiva, que le mueve, es algo que Él busca. La busca en nosotros… nos busca a nosotros.
Apocalipsis 2:2-6 Hoy es tiempo de recordar nuestro primer amor, reencontrar la verdadera razón por la que hacemos las cosas. Hacerlo con la misma seriedad con que lo hacíamos cuando vivíamos nuestro primer amor, como la primea vez.